Ya saben que me gusta contar
cosas antiguas porque muchas personas no las vivieron y estoy convencido que
les hará ilusión conocerlo y otras personas podrán rememorar esos recuerdos,
que nunca es malos volverlos a vivir en nuestra imaginación, sobre todos los
que son buenos.
Una de las tradiciones más sanluqueñas a lo
largo de la historia ha sido la venta y la compra de pescado frito, ya sea como
se hace hoy en los bares, por raciones y en los modernos taperware o en las
tradicionales freidurías o freidores que existieron en la ciudad hasta los años
ochenta, en que otro tipo de comidas y costumbres inundaron la ciudad.
Y seguro que todavía muchos
recordarán el olor apetitoso que inundaba las calles Santo Domingo y Ancha o
los papelones de “pescao” frito de Rivero y del último donde he visto el
pescado en un escaparate, en la Calle Jerez esquina a la calle Descalzas, puede
que sea donde hoy se encuentra el Arquillo.
De “anca” Rivero, que se
encontraba en la primera casa de la calle Santo Domingo, esquina a Santa Ana,
recuerdo levemente la venta de cartuchos, papelón, de pescado frito en papel de
estraza y una viena para comerlo por la calle o justo enfrente, que se
encontraba La Goya, donde podías degustarlo a cambio de las bebidas, en unas
mesas de madera y unas sillas que se cerraban, que también se han perdido
aunque fueran un poco más cómodas que algunas de las modernas con toda su
sofisticación.
De estas freidurías recuerdo, o
puede que me lo hayan contado, hasta como algunas personas que no andaban
sobrados de dinero pedían las “mijitas”, que no eran otra cosa que los restos
que iban quedando en la parte baja del lugar donde se almacenaba las frituras,
que mayormente era harina frita, aunque algún trozo de pescado caía. Supongo,
que no estoy seguro, que esta parte de la fritura sería mucho más barata.
Pero la tradición de vender
pescado frito no es algo moderno, aunque yo lo recuerde en los últimos
coletazos, y ya en el siglo XVI encontramos noticias en Sanlúcar de la
existencia de varias freidurías, que según las ordenanzas tenían estipulado el
tipo de pescado que podían vender, porque no eran todos. Así nos encontramos
que los pescados que se podían servir en las freidurías sanluqueñas eran
sardinas, albures y caballas, así como cazón guisado.
Otra noticia de la tradición
freidora de la ciudad la encontramos el año de 1530, cuando los marineros
solicitaron permiso para poder freír y vender pescado frito en sus casas y así
poder sacar algún dinero más para sobrevivir.
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